miércoles, 5 de marzo de 2008

ESTO ES PARTE DE LO QUE PASA POR MI CABEZA AL DESEAR UNA MUTACION

Javerianos, Maestros, Profesores, cuasi-abogados, estudiantes, colombianos, … no creen que a veces nos pensamos y nos vemos como máquinas incluidas en un sistema totalmente definido, como si la obra de teatro que estamos interpretando ya estuviera montada antes de que llegaran los actores?

El problema –a mi modo de ver- es que ese mismo sistema que nos dio el lugar del cual gozamos -por medio de un proceso totalmente ajeno a nosotros- neutraliza nuestras pasiones para darle paso a reacciones predeterminadas, lo cual niega de plano la posibilidad de que todo empiece a funcionar diferente y que sea posible una mutación.
Por otro lado, la responsabilidadP por no actuar y dejar que todo pase como viene pasando es de nosotros, pues sabemos qué debemos hacer, pero no sabemos cómo. Y no es solo la indiferencia que nos lleva a no actuar sino las improntas que nos dejan algunas figuras que representan autoridad en nuestro discurso, al afirmarnos que debido a la poca experiencia y a que aún estamos “vírgenes” laboralmente, tenemos mucho corazón y que al llegar a ejercer, el mismo sistema nos “mostrará” su modo de operar, el cual tendremos que seguir sin criticar y así, incluso antes de enfrentarnos al ejercicio profesional nos castramos y cortamos toda posibilidad de cambio a través del derecho. Reduciendo así, nuestras pasiones y sueños a imaginarios que poco a poco se borraran al ver que nada podemos hacer para lograr obtenerlos. Y esos sueños de ayer, serán cambiados únicamente por las posibilidades reales de hoy.


Esta neutralización –en el transcurso de nuestra educación universitaria- nos lleva a preguntarnos si somos capaces de arriesgar lo que creemos seguro hacia futuro para construir una verdad en donde nuestras pasiones tengan su desfogue. Un lugar donde seamos tan realistas que podamos soñar con lo imposible. Sin olvidar la búsqueda –como miembros de un estado de derecho- del bien común, pero empezando por encontrarnos a nosotros, para luego poder llegar a ser en colectivo.

Así, llegamos a una facultad de derecho esperando algo, proponiéndonos unas metas, las cuales dependerán de la forma en que imaginemos nuestra educación, forma que puede coincidir con la mostrada en escritos como la misión, el proyecto educativo de nuestra universidad o en un de las tantas afirmaciones -presentes en la página de internet- de por qué estudiar derecho en nuestra facultad.
En cuanto a estos escritos, sé que la mayoría de nosotros –incluso los que estamos en los semestres más avanzados- no los conocemos porque entramos a esta universidad por otros móviles o simplemente porque la indiferencia o el renombre llevó a que nos aceptáramos como sujetos vacíos sin un norte aunque sí con la certeza de que no importaría usar cualquier medio para lograr “algo” y así llenarnos de significado en el camino, sin darle mucha importancia a la formación pues, eso sería un elemento que vendría por añadidura.
Pero no por esto, quiero eclipsar el significado que tienen –o deben tener- estos textos para los estudiantes y en general para toda la comunidad universitaria, pues es allí donde es nombrado el estudiante, siendo antes de esto, solo un significante vacío innombrado. Al aparecer en el discurso se le esta dando un papel, de ahí que es primordial que la identidad del estudiante venga en construcción y se vea afectada por estos escritos. Pues al llevar a la practica preceptos como “ser más, para servir mejor”, el sujeto va a buscar y transmitir el saber como un medio de emancipación mediante el disfrute colectivo de una sociedad más humana, más respetuosa de los derechos y menos vulnerable a los abusos del poder, lo que logrará que la formación perdure en nosotros mismos y sea esto evidente en el cómo enseñamos y aprendemos el derecho.

Por este afán del sujeto de obtener significado, a lo largo de toda nuestra vida somos un proyecto en construcción y la identidad del yo se define a través del otro pero nunca para el otro. Lo que pretendo señalar es que no olvidemos qué nos llevó a estudiar lo que estudiamos, qué se esconde detrás de llegar a obtener un diploma que diga que somos abogados de la Pontificia Universidad Javeriana.
Porque la fuerza no la trae la institución, la fuerza la trae la decisión de ser alguien, de tener identidad como hombre, mujer u homosexual abogado, como lo afirma el proyecto educativo “Cada persona es agente de su propia formación. Esta favorece tanto el crecimiento hacia la autonomía del individuo como su ubicación en la sociedad, para que pueda asumir la herencia de las generaciones anteriores y para que sea capaz, ante los desafíos del futuro, de tomar decisiones responsables a nivel personal, religioso, científico, cultural y político”. Así, La visibilidad de los estudiantes obliga a la educación a acomodarse a lo que se demande y no pretender que el estudiante se conforme con lo que la educación le ofrece.
Porque para eso nos estamos educando, para decidir no solo qué vamos a hacer sino cómo lo vamos a hacer y así, darle un camino a nuestras pasiones, logrando articularnos en los diferentes discursos que nos nombran como protagonistas o agentes importantes en la realidad colombiana. Simultáneamente debemos llenarnos de razones y dar paso a la construcción sin necesidad de duplicar lo dejado por otros.

Por eso, nuestra profesión no la construye una corbata o un lujoso estilo de vida, porque no podríamos llamarnos abogados sino somos seres que aceptamos una constante construcción y que se dejan afectar por los diferentes objetos y sujetos conocidos, por ello necesitamos de otras disciplinas –como la psicología, la filosofía, la historia, la antropología, etc.- para poder llegar a la verdad, nuestra verdad.
Sin negar que hacemos parte de un sistema organizado previamente, en el cual estamos perfectamente articulados de forma que nuestras necesidades se manifiesten de un modo que el mismo sistema las cubra, pero no con ello debemos cerrarnos y olvidar que lo que necesitamos es pensar al derecho de tal manera que sea posible entrar en él, criticarlo, sin rechazarlo completamente, y manipularlo sin dejarse llevar por su sistema de pensamiento y funcionamiento. En cuanto hagamos esto, seremos agentes útiles pues podremos realmente ayudar a solucionar los diferentes problemas y desequilibrios que como abogados –y humanos- se nos planteen dentro y fuera del litigio, haciendo del derecho aprehendido un puente que une un concepto de la realidad con una alternativa imaginada, siendo ese campo de acción nuestro secreto y yendo más allá del tecnicismo en el que han querido encajar nuestra profesión, para negar nuestra naturaleza y encajar en el derecho.
Mi invitación es a que nos aferremos a creer, primero en el ser humano y luego en nuestras pasiones para dar origen y sentido a lo que a veces no parece tenerlo, para que a lo largo de nuestro ejercicio como abogado no se nos olvide ser humanos y así, terminemos siendo profesionales, infelices, insatisfechos y mediocres.